Acerquémonos, por lo tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno. // Hebreos 4:16
¿Alguna vez te ha tocado pedirle ayuda a alguien? Para mi es algo bastante incómodo. El pedir ayuda es aceptar que tengo alguna debilidad y eso siempre es un golpe a mi orgullo. Desafortunadamente (o más bien afortunadamente) yo no soy una superhéroe y la realidad es que necesito bastante ayuda.
Recientemente tuve que aceptar que necesitaba la ayuda de un doctor si me quería sentir mejor. Después de varios días de sentirme enferma y no ver mejoría, tuve que aceptar que mis fuerzas no iban a ser suficiente y llamé a mi doctora. Ella me preguntó, “¿Cómo estás?”, y yo, con mi mejor esfuerzo, le contesté, “Estoy bien gracias, ¿usted?” Le tomó menos de dos segundos responderme con, “No, no te oyes bien, platícame cómo te sientes.” En ese momento fui recordada que el ser fuerte no es lo mismo que aparentar fortaleza. Si yo quería sentirme mejor iba a tener que ser honesta con mi doctora y dejarla ver lo débil que me sentía.
Días después, cuando ya me encontraba mejor, el Espíritu Santo me recordó de ese momento y me enseñó que lo mismo es cierto con Dios. Si yo quiero que Él me ayude y me fortalezca, tengo que acercarme a Él y dejarlo que me vea en mis estados débiles.
Hoy es Viernes Santo y aunque el Evangelio tiene bastante en lo que podríamos meditar, este año la lectura que más me resalto fue la segunda en la que Pablo nos implora a que nos mantengamos firmes en la profesión de fe. Por muchos años yo he interpretado esto como una dirección rígida, como si lo que me estuviera diciendo en realidad fuera, “No te dejes ser débil en tu jornada de fe.” Pero este año, me he dado cuenta que sí, Pablo nos pide que seamos firmes, pero nos recuerda que nuestro Dios es un Dios que nos entiende y que se compadece de nosotras. Nos recuerda que Jesús sabe lo que se siente ser débil y que por esto es que podemos acercarnos a su trono con confianza, y ahí recibir su misericordia y su amor.
Hoy en este día en el que conmemoramos el sacrificio que Jesús hizo por nosotras, te invito a que, conmigo, te tomes un tiempo para reflexionar sobre la honestidad y vulnerabilidad que Jesús nos demuestra en la cruz. Te invito a responderle con tu propia honestidad y vulnerabilidad. Hermana, entrégale hoy a Cristo todo lo que llevas dentro, como Él lo entregó todo por ti. Y deja que durante esta Semana Santa el Espíritu Santo transforme tu ofrenda, igual que Él transformó el sacrificio de Cristo en nuestra bendición más grande.
// Airam Gonzalez es originalmente de El Paso, TX pero ha vivido en Gilbert, AZ por los últimos 8 años. Ella creció en una casa bilingüe en una familia de 7 personas y aunque siempre ha sido católica no fue hasta después de terminar la universidad que en realidad tuvo una conversión y se acercó a la iglesia. Hoy trabaja en una iglesia en Chandler, AZ con el Ministerio de Jóvenes y en su tiempo libre le gusta hacer manualidades especialmente tejer y hacer joyería. También participa en varios ministerios de Música en el área de Phoenix y le gusta componer canciones.