LECTURAS DE HOY 

“En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás y María Magdalena.” // Juan 19:25

Como adolescente, muchas veces sentía que no encajaba entre las demás chicas. Me gustaban las matemáticas y las ciencias, y no me gustaba la poesía. Cuando otra joven se acercaba a hablarme de algo que la preocupaba, yo respondía intentando resolver el problema. En una charla sobre castidad, la oradora dijo que estos eran rasgos masculinos, lo que me llevó a sentirme aún más distanciada de otras mujeres. Cuando aprendí sobre los tipos de personalidad, me sentí muy aliviada al saber que no era rara, sino que simplemente era mi temperamento dado por Dios.

Cuando pensamos en vivir como seguidores de Cristo en el mundo, solemos pensar que esto significa que estamos llamados a resolver problemas; pensamos en nuestro Señor que sanó, oró, habló con pecadores, denunció a la autoridad injusta – y que debemos imitarlo. La fiesta de hoy, sin embargo, nos muestra un camino diferente, y a menudo más difícil: compartir el sufrimiento ajeno cuando no podemos hacer nada para aliviarlo. 

Nuestra Señora de los Dolores es el modelo perfecto de consuelo y fortaleza. ¡Qué difícil es presenciar el sufrimiento de alguien a quien amamos! Todo nuestro ser desea mejorar las cosas, pero a veces, por alguna razón que no podremos comprender en esta vida, el sufrimiento persiste. Es en esos momentos, hermanas, debemos recurrir a Nuestra Señora para que nos ayude a simplemente acompañar al otro en su dolor. Estar plenamente presentes ante el dolor ajeno es la máxima imitación de Cristo, quien cargó con todo nuestro dolor para nuestra redención.

Padre, por la intercesión de Nuestra Señora de los Dolores, concédenos la sabiduría para discernir cuándo debemos actuar para aliviar el sufrimiento del otro y cuándo debemos acompañar sin intentar resolver el problema. Deseamos amarte bien y a quienes nos has confiado. Guíanos, Señor. Amén. 

// Christy Vaissade creció en Brooklyn, Nueva York, hija de padres inmigrantes de la República Dominicana. Ha sido el deseo personal de Christy traer a otros a conocer la misericordia y el amor de Dios que ha cambiado y está cambiando su vida desde la joven edad de trece años. Christy es maestra de teología de secundaria, catequista, y cantora en su parroquia local. Ella y su esposo, Michael, viven en Nueva Jersey con su cachorro Pembroke Welsh Corgi, Daisy. Le encanta cocinar, ir al gimnasio, y pasar tiempo con sus sobrinos y ahijados. 

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