Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre. // Salmo 116
La historia de la conversión de Saulo es algo muy impactante para mí. Tantas cosas que le pasaron, y sabiendo lo difícil que estaba por llegar, escogió seguir al Señor, cambiando su vida por completo.
Muchos de nosotras no aguantamos ni las más pequeñas inconveniencias, pero decimos que queremos seguir al Señor. Lo que he aprendido en la poca vida que he vivido es que vivir una vida con Dios no es fácil. Es bonito y no escogería nada más nunca, pero no viene sin pruebas y tribulaciones.
Saulo literalmente era una de las personas que más daban miedo a los cristianos en su tiempo. Los mataba, los torturaba. Entonces, cambiarse al lado de ellos tenía que ser lo más sorprendente en esos días. Pero su conversión no fue tan fácil. Primero, de la nada escuchó una voz y después, resultó que ya no podía ver. Duró tres días así… La verdad, no sé qué haría. Y además de todo eso, no comió ni bebió durante esos tres días. Al fin, pues, ¡ya saben…lo sanó Ananías y empezó su vida con Jesús!
Creo que a veces no apreciamos lo paciente, dulce, caballeroso, y generoso que es Jesús con nosotras. Durante mi vida he dicho mil veces que voy a cambiar sin ningún resultado. Pero Jesús siempre permaneció ahí. Y no fue por ningún esfuerzo mío que cambió mi vida, sino por Él, y sólo Él.
Mi vida no sería igual sin las tribulaciones por las que he pasado, aunque fue difícil para mí vivir en pecado y en desesperación. Por eso, aunque en el momento no esté agradecida por tiempos difíciles, todavía tengo momentos en que recuerdo su valor y lo hermoso que es ser aliviada y perdonada por Dios. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! (Pregón Pascual)
Entonces, no te rajes, hermana. Tendrás tribulaciones en tu vida. Tal vez muchas, tal vez no tantas, pero imagínate el gozo que sentirás al estar sanada. Sigue haciendo lo más que puedas quedarte cerca a Dios. Pero deja el trabajo de sanación a Él. Dios sigue siempre ahí a tu lado. Y un día, te dará un regalo mejor de lo que esperabas.
// Jacqueline Sevier es de Tyrone, GA. Es esposa, madre, e hija amada de Dios. Aunque creció en escuelas católicas, no fue hasta finales de su tiempo en universidad que tuvo una conversión de corazón, y empezó a redirigir su vida hacia Dios. Es cantante y canta en el coro de su parroquia, donde conoció a su esposo. Ha aprendido mucho de la comunidad hispana de su parroquia, que apenas empezó a conocer cuando conoció a su esposo. En su tiempo libre, le gusta sentarse en un café tomándose un cafecito, cocinar con su esposo, comer tacos, y cantar.