Estos mandamientos que te doy, no son superiores a tus fuerzas ni están fuera de tu alcance… Por el contrario, todos mis mandamientos están muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlos. // Deuteronomio 30:11-14
Estaba en misa, mirando a mi alrededor. Contemplaba con admiración y alegría el pueblo de Dios presente allí: Madres y padres de familia, niños, jóvenes, mayores, monjas, el sacerdote celebrando… pero también me entró la comparación, haciéndome sentir que me quedaba corta, que no daba la talla, que la santidad era para otros pero no alcanzable para mí. Últimamente había sido un poco (bastante) caótica en la oración, ni siquiera llegaba al segundo avemaría del rosario sin que mi cabeza se fuera a otro pensamiento, el día anterior había llegado tarde a mi hora de adoración porque se me olvidó por completo, andaba súper distraída en general, más “ocupada” con las cosas del mundo.
Pero las lecturas de hoy son un gran consuelo cuando nos sentimos así, hermanas. A pesar de (e incluso me atrevería a decir por medio de) nuestra pequeñez, nuestras debilidades y caídas, hoy nos recuerda con infinita ternura nuestro Dios que la santidad no está fuera de nuestro alcance. Hemos sido creadas para ser santas.
Entonces, ¿cómo podemos ser santas? ¿Qué es lo que tenían en común todos los santos hombres y mujeres a lo largo de la rica y larga historia de nuestra Iglesia? El amor. Lo más importante. "Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo". (Mateo 22:37-39)
Hermanas, Jesús no nos llama a hacer cosas grandes y majestuosas más allá de nuestras capacidades. Tampoco nos llama a cumplir el checklist de lo que consideramos necesario para ser una buena católica: ir a misa diaria, rezar la liturgia de las horas, ir a la adoración eucarística, rezar un rosario diario, hacer voluntariados o ir de misión… Aunque todas estas cosas son buenas y necesarias y por supuesto deberíamos aspirar a hacerlas, no se trata de cuánto hacemos sino cómo lo hacemos. Con amor. Y no en abstracto. Él nos llama con urgencia a amar a nuestro prójimo, los más cercanos: nuestra familia, nuestros amigos, los que nos encontramos en el supermercado o en la carretera, nuestros compañeros de trabajo, y la lista continúa. El mundo necesita el amor de Dios más que nunca.
Hermana, al igual que el buen samaritano en el Evangelio de hoy, ¿cómo te está llamando el Señor a amar a tu prójimo, a quienes Él te ha puesto en tu vida?
Mi amado Jesús, dame Tu corazón para amar a mi prójimo como Tú lo amas. Amén.
// Ashleigh Ladner es hermana, amiga, madrina, tía, traductora y profesora, y sobre todo, hija amada de Dios. Originalmente de New Orleans, Louisiana, actualmente está viviendo en Madrid, España. Le encanta viajar y conocer lugares nuevos, leer, un buen expreso, y los girasoles. Sus modelos a seguir en la vida son santa María Magdalena, san Ignacio de Loyola, san Juan, y santa Teresa de Jesús.