Walter estaba en la cama esperando a que la enfermera viniera a vestirlo para poder dejarnos entrar. Yo acompañaba a mi madre en una visita santa: le habían encomendado que llevara la Eucaristía a algunos feligreses confinados a sus casas. Walter era una de nuestras singulares “ovejas” a las que veníamos a “alimentar” con el Pan Vivo. Tenía un exterior muy áspero y apenas nos dirigía la palabra las veces que lo visitabamos. Estaba convencida de que no le caíamos muy bien. Pero también sabía que realmente amaba a Jesús y quería ser alimentado por Él, sin importar la mano que lo trajera a su cabecera.
En el Evangelio de hoy, puedo ver las dos realidades de ser pastor: está llamado a apacentar y cuidar de las ovejas, pero a la vez recordando que, un día, él también necesitará que le cuiden, que él mismo será pastoreado y llevado adonde no quiere ir (véase Juan 21:18). Al hablar a san Pedro, el Señor nos habla también a todas nosotras. Como discípulos suyos, somos partícipes de su pastoreo de almas, de la llamada a cuidarlas y apacentarlas. ”Apacienta mis ovejas”, nos dice el Señor (Juan 21:17), pero… ¿Con qué las pastoreamos? Con su Palabra y su presencia, con su verdad y su amor. Lo hacemos a través de una palabra amable, una comida caliente, una llamada atenta, una sonrisa pasajera, una corrección tierna, y la lista continúa.
Tú y yo estamos llamadas, hermana, a ser como Pedro, a llevar a Jesús a los demás, especialmente a los más alejados, a los pródigos, a los que ya no pueden vestirse solos e ir adonde les gustaría. Y mientras los alimentamos y cuidamos con el amor de Cristo mismo obrando a través de nosotras, recordemos que nosotras también necesitamos ser pastoreadas, atendidas, alimentadas y llevadas de la mano.
En todas las circunstancias y pruebas de la vida, veamos su mano guiándonos. Que sigamos caminando, siguiendo de cerca a nuestro Pastor, que nos susurra cada día: “Sígueme” (Juan 21:19).
// Rocío Hermes es mamá y ama de casa. Ella nació en la República Dominicana y fue criada en los Estados Unidos. Le apasiona construir comunidad, preparar postres y escribir poesía. Tiene una maestría en Teología y ha vivido como misionera en Etiopía. Después de vivir más de tres años en Alemania, reside ahora en Israel con su esposo alemán y su hijo. Colabora como autora en Blessed Conversations: Dwell. Puedes leer sus reflexiones sobre la vida de fe en graceandmercyblog.com.