“¿Quién podrá descubrir lo que hay en el cielo? ¿Quién conocerá tus designios, si tú no le das la sabiduría, enviando tu santo espíritu desde lo alto?” // Sabiduría 9:13
En confesión un sacerdote me dijo, “Debes sentarte enfrente de la cruz de San Damián y pedirle como hizo San Francisco diciendo, ‘Alto y glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón’”. Él me explicó justo lo que dice la primera lectura de hoy: “¿Quién es el hombre que puede conocer los designios de Dios?” (Sabiduría 9:13). Nuestros corazones forman parte de esos designios de Dios. Esa confesión fue una llamada a la humildad: a dejar que mi Padre, quien me formó, me enseñe el misterio de mi corazón y su verdadero mandamiento: amarlo sobre todas las cosas.
Suena muy duro cuando Jesús dice, "Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Incluso, otras versiones sustituyen “no me prefiere” a “odia”. Así que mientras rezaba, debatía conmigo misma porque sabía que la familia es la base de la sociedad, algo bueno y sagrado. Fiel siempre, el Señor iluminó esta tiniebla de mi corazón: no es que no deba amar a mi familia, sino que no puedo complacerlos y ponerlos antes de Papá Dios y su voluntad.
Esa parte de mi corazón se había convertido en tiniebla, necesitando su luz. Era como si Dios me dijera, “Si no soy lo primero en tu vida, si no soy tu única seguridad mas que tu familia y otras cosas buenas que te di, no llegarás. Te quedarás corta en el camino. Tu familia, educación, virtud, y trabajo aún no son suficientes para construir lo que yo quiero construir. Dirán que esta mujer “comenzó a construir y no pudo terminar” (Lucas 14:28-30).
Hermanas, la llamada que tiene el Señor para cada una de nosotras es grande. No es una llamada que se conforma con menos. Pidámosle hoy al Señor que nos ilumine las tinieblas de nuestros corazones, esas áreas que no vemos, para que así nosotras podamos cumplir su santo y verdadero mandamiento de amar a Él por encima de todo.
San Francisco, ora por nosotras.
Ve la oracion completa de San Francisco aqui.
// Joanna Valencia nació en Venezuela y se crió en Miami donde aprendió a hablar “fluent Spanglish”. Conoció a sus dos mejores amigas, Santa Teresita de Jesús y Santa Faustina, durante una misión en Haití y desde ese entonces su vida cambió. En el 2023 renunció a su trabajo para servir como misionera católica en la Isla de Santos y de los Sabios.