“No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo.” // Lucas 1:30-32
Cuando supe que en occidente llamamos a esta solemnidad la Anunciación, pero la Iglesia en oriente la llama la Encarnación, pensé que era muy hermoso. La belleza está en el énfasis y ambos son maravillosos para contemplar. Uno enfatiza el “sí” que cambió el mundo y el otro el misterio del momento en que el Dios eterno, que está más allá del espacio y el tiempo, entra en la historia humana para nuestra salvación.
En la era moderna, en la que cada momento de nuestras vidas puede ser fácilmente publicado y visto por personas en cualquier parte del mundo, es difícil comprender la idea de que el momento en que Dios se encarna sucede en silencio, entre un ángel y una mujer adolescente en un pequeño pueblo que la gente pensaba que era un campo inútil. El misterio más increíble permanece oculto por años, pero esta parece ser la pauta de Dios. Mientras que en Su misericordia Dios permite grandes curaciones milagrosas o el espectacular Sudario de Turín o la tilma de Nuestra Señora de Guadalupe, tantos milagros ocurren en el silencio y muchas veces involucran nuestra cooperación.
Pienso en el “sí” de un joven al sacerdocio, en sus años de estudio y dedicación, y después de su ordenación, en una iglesia en medio de una ciudad ajetreada o en un pequeño pueblo bajo persecución, Dios volverá a hacerse presente en la Eucaristía y miles de personas se darán cuenta del momento. Pienso en el “sí” de una madre a la vida, que experimenta el milagro diario de la vida de su hijo y ve la gracia de Dios en todo el desorden y las risas. El mundo entero no lo sabe, pero ella sí. Pienso en la persona que dice “sí” a la oración diaria y un día se da cuenta de que el pecado que una vez fue tan difícil de abandonar ha sido superado por la gracia de Dios que obra lentamente este milagro. No habrá fanfarrias, solo la obra silenciosa de Dios.
Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, que mi “sí” a Ti sea continuo. Dame ojos para ver Tus milagros silenciosos y regocijarme como María. Ayúdame a confiar en Tu plan por encima del mío y a vivir como una verdadera sierva Tuya. Amén.
// Christy Vaissade creció en Brooklyn, Nueva York, hija de padres inmigrantes de la República Dominicana. Ha sido el deseo personal de Christy traer a otros a conocer la misericordia y el amor de Dios que ha cambiado y está cambiando su vida desde la joven edad de trece años. Christy es maestra de teología de secundaria, catequista, y cantora en su parroquia local. Ella y su esposo, Michael, viven en Nueva Jersey con su cachorro Pembroke Welsh Corgi, Daisy. Le encanta cocinar, ir al gimnasio, y pasar tiempo con sus sobrinos y ahijados.