“Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo: "¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación”. // Lucas 22:45-46
En el pasado, siempre había sentido una punzada de culpa al leer este pasaje, pues me hermanaba con los discípulos en lo que yo interpretaba como una falta de dominio propio… ¡Cuántas veces he preferido dormir, o cualquier otra cosa, a rezar! Sin embargo, en las Escrituras, el estar dormido tiene una connotación particular. No se refiere al descanso corporal, bueno y necesario, sino a un estado mental y emocional en el que no nos damos cuenta de la realidad.
El Evangelio dice que los discípulos estaban adormilados por la pena. Eso también nos pasa a todos los discípulos de todos los tiempos: La pena: las dificultades, la depresión, los desencantos o distracciones de la vida, nos mantienen como dormidas; es decir, nos impide ver la presencia de Dios con todas sus bondades en nuestras vidas. En otras palabras, esas penas nos cubren los ojos del alma y nos impiden ver la realidad. “¿Cuál es la realidad?”, cabe preguntar. La realidad es que, independientemente de nuestro desempeño, Dios lo ha vencido todo en favor nuestro.
Cuando Jesús nos dice que oremos para no caer en la tentación, no se refiere solamente a rezar para no hacer cosas malas, sino más profundamente, a que seamos conscientes de la comunión con Él y a que busquemos constantemente su presencia para que, a pesar de las penas, no caigamos en la tentación de creer que estamos solas, o que dependemos sólo de nuestras propias fuerzas.
Quizás en aquel momento, con aquellas palabras, Jesús quiso decirle a sus discípulos (y por ende a todas nosotras): Estoy a punto de salvarlos, nada los alejará de mí, no están solos, y toda pena se volverá pasajera, porque yo, el Dios del universo, estoy a punto de rescatarlos y reconciliarlos conmigo en todos los aspectos.
Hermana, aunque cada año en Domingo de Ramos escuchamos estas lecturas y podríamos decir que ya las conocemos, te invito a que dejes que la Palabra viva de Dios te toque cada vez de manera diferente. Que las líneas de siempre te hablen distinto, como de forma actualizada, con un nuevo tono y un nuevo matiz, al más puro estilo de nuestro buen Dios,
Al reflexionar sobre este inmenso acto de amor, la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, deja que la mente y el corazón se maravillen ante la idea insólita de un Dios que está dispuesto a morir por sus criaturas. Es la operación de rescate más extravagante jamás imaginada.
// Teresa Salmerón nació en la Ciudad de México, donde creció en una familia católica practicante y donde formó la suya propia. Ha tenido la oportunidad de vivir en varios países como Chile, Venezuela, México y Estados Unidos. Actualmente reside en Ohio, donde ha vivido desde hace 14 años y donde trabaja como traductora y maestra de español y ESL. Teresa tiene 3 hijos adultos a los que ama profundamente. Ha sido catequista y actualmente facilita un estudio Bíblico de un grupo de mujeres de su parroquia. A Teresa le gusta mucho bailar, leer, cocinar y convivir con su familia y amigos; y se siente profundamente agradecida por el infinito amor de Dios.