“Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria.” // Lucas 10, 38-42
Cada vez que en el pasado escuchaba este Evangelio sentía una punzada incómoda. Quizás porque en muchas ocasiones me he identificado con Marta: haciendo muchas cosas, tratando de atender a mis invitados, haciendo lo imposible por cumplirlo todo y ofrecer a los demás la mejor versión de mí misma. Nada de esto suena del todo mal, pero a la luz de este Evangelio, me sentía confundida.
Con el paso de los años, uno comienza a percibir las cosas de manera diferente. Poco a poco fui dándome cuenta de que el problema no está en la laboriosidad de Marta, sino en la ansiedad y prioridad que conlleva. Por supuesto que Dios quiere que nos afanemos en servir a los demás, pero nos recuerda que los afanes de la vida sólo encuentran su verdadero sentido cuando están enraizados en la relación profunda y personal con Dios y son consecuencia de ella. La verdad es que lo único realmente necesario y fundamental es la conexión con Dios. Cuando ésta existe, cuando ésta es personal e íntima, todo lo demás toma su tamaño, su sentido y su lugar.
Cuando yo era más joven caía fácilmente en la trampa mental de “o esto o lo otro” “o Marta o María” Hoy me parece que la edad, además de algunos achaques, me ha regalado una visión más amplia: Dios ama profundamente las características de tanto Marta como de María, algunas veces somos como la una o como la otra. Lo único que Él nos recuerda es el orden de las cosas: para que los afanes tengan sentido y no cobren una ansiedad desproporcionada, requieren del fundamento primordial: la relación profunda, cercana e íntima con nuestro Señor.
Últimamente siento un llamado profundo a la oración, a aceptar de Dios esa relación cercana e íntima. Me doy cuenta de que los afanes sin Él son sólo proveedores de ansiedad, pero con Él, cobran su verdadero sentido. Hermana, ¿has sentido alguna vez lo mismo? Te invito a pasar un rato en oración con nuestro Señor, pidiéndole la gracia de que todo en tu vida, ya sea descanso o trabajo, sea fruto de esa relación de amor con Él.
// Teresa Salmerón nació en la Ciudad de México, donde creció en una familia católica practicante y donde formó la suya propia. Ha tenido la oportunidad de vivir en varios países como Chile, Venezuela, México y Estados Unidos. Actualmente reside en Ohio, donde ha vivido desde hace 14 años y donde trabaja como traductora y maestra de español y ESL. Teresa tiene 3 hijos adultos a los que ama profundamente. Ha sido catequista y actualmente facilita un estudio bíblico de un grupo de mujeres de su parroquia. A Teresa le gusta mucho bailar, leer, cocinar y convivir con su familia y amigos; y se siente profundamente agradecida por el infinito amor de Dios.