Llevamos siempre y por todas partes la muerte de Jesús en nuestro cuerpo, para que en este mismo cuerpo se manifieste también la vida de Jesús. // 2 Corintios 4:10
Aún no he tenido la dicha de andar por el camino de Santiago. Pero sí he tenido la experiencia de una peregrinación en la cual caminamos por cuatro días, desde la mañana hasta la noche, para llegar a un santuario de la Virgen en Pennsylvania desde Nueva Jersey. Había escuchado que la caminata era un reto físico, pero como a mi me gusta caminar, no pensé que iba a ser tan difícil.
Cuando llegó la tarde del primer día, estaba totalmente cansada–mis piernas ya no podían más. De alguna manera logré llegar al sitio donde nos tocaba dormir y después de una ducha rápida, fui a la capilla al aire libre donde tenían adoración eucarística. Ahí le dije a Jesús que no podía más. ¿Cómo iba a poder caminar tres días más cuando me sentía casi muerta? Le pedí fuerzas porque yo no tenía más.
Y así fue. Al siguiente día, al levantarme, sentí nuevas fuerzas y un nuevo ánimo de seguir andando en la peregrinación. Entendí que exactamente en ese momento de debilidad es cuando los músculos aumentan en poder y el cuerpo recibe fuerza. Junto a esta experiencia física, experimenté un cambio espiritual. Se estaba manifestando en mi cuerpo la vida y fuerza de Jesús (2 Corintios 4:10). Aprendí que cuando siento morirme interiormente, que cuando parece que no hay salida y estoy en un abismo de soledad o tristeza, tengo que esperar el amanecer de Dios, al siguiente día cuando Él manifestará su poder y su gloria.
Hoy en la fiesta de Santiago, el hermano de Juan, un discípulo devoto a Jesús, que dio testimonio de Él sin miedo de hablar sobre lo que creía (véase 2 Corintios 4:13), vemos un ejemplo de alguien que recorrió un camino largo para compartir la fe. Seguramente experimentó muchos momentos de dificultad física y quizás espiritual también. Pero permaneció fiel, dependiendo del Señor para sus fuerzas, y llevando en su cuerpo la muerte y la vida de Jesus.
Ruega por nosotros en este camino de la vida, Santiago, para que demos testimonio de nuestro Señor Jesus Resucitado.
// Rocío Hermes es mamá y ama de casa. Ella nació en la República Dominicana y fue criada en los Estados Unidos. Le apasiona construir comunidad, preparar postres y escribir poesía. Tiene una maestría en Teología y ha vivido como misionera en Etiopía. Después de vivir más de tres años en Alemania, reside ahora en Israel con su esposo alemán y su hijo. Colabora como autora en Blessed Conversations: Dwell. Puedes leer sus reflexiones sobre la vida de fe en graceandmercyblog.com.