LECTURAS DE HOY

El Señor nunca olvida sus promesas. // Salmo 104:8

¿Alguna vez has sentido que el Señor te ha olvidado? Las de tu grupo de amigas y familia se van casando y teniendo hijos, entrando en conventos… y tú… sigues ahí. Conozco muy bien este sentimiento. Muchas veces he llegado a preguntar en medio de mucho dolor y desesperación, “¿Señor, a qué me has llamado?” “¿Tienes una vocación para mí?” “¿O me has olvidado?”

Tanto he rezado, tanto he intentado discernir mi vocación, como si fuese algún puzle para resolver. Si hemos caminado y seguido a Cristo de cerca, es la pregunta más normal y natural del mundo plantearnos cuál es la vocación a la que hemos sido llamadas (¡después de nuestra primera vocación como cristianas!), la manera en que hemos de dar mucho fruto, con la plena conciencia de que nuestra vida es un regalo de y para el Señor. Me imagino que la mayoría de nosotras hemos estado aquí, incluso Abrahám, nuestro padre de la fe, quien, después de esperar mucho tiempo, recibió una promesa del Señor. Y fue fiel. 

Siempre me han dado mucho consuelo las palabras de Santa Teresita de Lisieux: 

“Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado”.

Para ella, fue en el Monte Carmelo, un convento de clausura en Lisieux, Francia formando parte del latido de corazón de oración intercesora por la Iglesia. Para sus padres, también santos, fue casarse y formar una familia, una iglesia doméstica, imagen de la Sagrada Familia.

Y para mí, después de estar en un convento, el Señor me ha hecho ver que me llama al matrimonio. Y sigo felizmente discerniendo su voluntad con mi novio. Tranquila, con paz y alegría, y sobre todo, unida a Él. Cada una tenemos un lugar en el gran y bonito mosaico de la Iglesia. Cada una formamos parte del Cuerpo de Cristo. 

Hermanas, Jesús no quiere que andemos agobiadas por la vida. Simplemente nos dice: “Permanezcan en mí y yo en ustedes… el que permanece en mí da fruto abundante” (Juan 15, 4. 5). Mantengámonos unidas a Él, caminemos en la fe, en amor, en esperanza… y todo se nos dará por añadidura. 

// Ashleigh Ladner es hermana, amiga, madrina, tía, traductora y profesora, y sobre todo, hija amada de Dios. Originalmente de New Orleans, Louisiana, actualmente está viviendo en Madrid, España. Le encanta viajar y conocer lugares nuevos, leer, un buen expreso, y los girasoles. Sus modelos a seguir en la vida son santa María Magdalena, san Ignacio de Loyola, san Juan, y santa Teresa de Jesús.

 

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