LECTURAS DE HOY 

Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios, y dijo: “Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios. // Hechos 7, 55-56

En un curso hace algunos años, aprendí que la palabra “mártir” en griego significa “testigo”. Y me llegó al corazón que, para los primeros cristianos como Esteban, ser testigo de la identidad de Jesús como Dios y Mesías estaba completamente unido a la posibilidad del martirio. Ellos daban testimonio de Jesucristo y su resurrección con sus vidas– y con sus muertes. 

Dar testimonio no significa sólo hablar y dar un testimonio de fe delante de un auditorio lleno de adolescentes o a una persona que se sienta a mi lado en el avión, por muy significativo y valiente que eso puede ser hoy en día. También significa que estaría dispuesta a dar mi vida por Él en el proceso de profesarle como Señor. Ese pensamiento me asusta un poco, bueno, en realidad, me asusta mucho. 

Me doy cuenta de que a veces tengo más miedo de morir que de vivir de verdad. Así que pido más del Espíritu Santo, que me llene y obre en mí, como lo hizo en Esteban (ver Hechos 7:55). Que el Espíritu Santo ablande mi “cabeza dura” y abra mi corazón (Hechos 7:51). 

Antes de dejarme vencer por mis debilidades y falta de valentía, recuerdo a otra persona que estaba allí aquel día. Estaban los “testigos” de la muerte de Esteban (Hechos 7:58), que pusieron sus mantos ante nada menos que Saulo, el perseguidor persistente de la Iglesia primitiva. El mismo hombre a cuyos pies se derramó la sangre de Esteban, que consintió a esa muerte y buscó la muerte de muchos más cristianos, se convirtió en el fiel apóstol Pablo. El testimonio de Esteban reverberó en la eternidad para Saulo, evidente en su conversión, su transformación, su misión y hasta su propio martirio.

Los relatos de las Escrituras sobre los santos, sus testimonios, oraciones, vidas y muertes, son para nuestro beneficio, para nuestra mayor conversión y devoción. Si el Señor fue capaz de transformar a Esteban y a Pablo en testigos de la gracia y de la resurrección, también puede hacer lo mismo con nosotras. Que seamos valientes para dar testimonio del Señor, que murió y resucitó por nosotras, y es “el Hijo del Hombre que está a la derecha de Dios” (Hechos 7:56).

// Rocío Hermes es una mamá y ama de casa. Ella nació en la República Dominicana y fue criada en los Estados Unidos. Le apasiona construir comunidad, preparar postres y escribir poesía. Tiene una maestría en Teología y ha vivido como misionera en Etiopía. Después de vivir más de tres años en Alemania, reside ahora en Israel con su esposo alemán y su hijo. Colabora como autora en Blessed Conversations: Dwell. Puedes leer sus reflexiones sobre la vida de fe en graceandmercyblog.com.

 

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