“"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”. // Mateo 22:37-40
La acusación de mi amiga me dolió: "¡Le das demasiada importancia al amor! No olvides que Dios también es santo y justo".
Me sentí herida y luego hablé con mi esposo. ¿Tenía razón mi amiga? ¿Corría el riesgo de descuidar los demás atributos de Dios al centrarme demasiado en el amor?
Con el paso de los años, he reflexionado sobre esta pregunta y he llegado a la misma conclusión. Cristo mismo afirma la primacía del amor. En el Evangelio de hoy dice que toda la ley y los profetas dependen de los dos grandes mandamientos… del amor.
Sin amor, una aplicación estricta de las leyes, por justas que sean, puede causar un daño incalculable. Un buen ejemplo de esto es la aplicación estricta de las leyes de inmigración sin tener en cuenta cómo se verán afectadas las familias y los niños.
Las leyes aplicadas en una base sólida de amor nos ayudan a florecer como hijas e hijos de Dios. Vemos esto cuando las parejas jóvenes que desean casarse son recibidas por la Iglesia y se les explica con amor la ley canónica con respecto al matrimonio para que puedan crecer juntos en una vida de fe.
El catecismo de la Iglesia católica también nos recuerda la primacía del amor. “Pero sobre todo debe resaltarse que el amor de Nuestro Señor siempre prevalece, a fin de que cada uno comprenda que todo acto de virtud perfectamente cristiano no tiene otro origen que el amor, ni otro término que el amor” (CCC 25).
Hermanas, si amamos de verdad, como ama Cristo, la ley se cumple por añadidura. Oremos juntas:
Señor Jesús, quiero amar a Dios con todo mi corazón, alma, mente y fuerzas, y amar a los demás como a mí misma. Gracias por darme a tu Madre para que interceda por mí mientras aprendo Tu camino de amor.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo.
Bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
// Lani Bogart era una niña pequeña cuando empezó a amar a Jesús. Casada en 1976, fue recibida en plena comunión con la Iglesia católica con su familia el Domingo de Gaudete de 1996. Viven en Houston, Texas donde su familia le brinda una alegría inexpresable y continúa enseñándole la importancia de conocer y amar a Jesús. Lani se deleita con las flores, la música y las risas de familiares y amigos. Puedes leer más en Lanibogart.blog.