LECTURAS DE HOY

Señor, te damos gracias por tu lealtad y por tu amor: Siempre que te invocamos, nos oíste y nos llenaste de valor. // Salmo 137

“Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen”. Estas palabras del sacerdote nigeriano me impactaron al instante, como si se me hubieran venido encima una tonelada de ladrillos (véase Lucas 23:34). En su testimonio sobre lo que está sucediendo en su país natal de Nigeria, nos contaba sobre la persecución de los cristianos allí y cómo sus feligreses, compañeros sacerdotes, amigos, y familiares estaban siendo maltratados, torturados, e incluso asesinados por su fe en Jesucristo. Al escucharle, de mí salió un grito de justicia por todo el mal que se estaba haciendo a nuestros hermanos nigerianos, al mismo cuerpo místico de Cristo. Pero de él… perdón

Sus palabras ablandaron la dureza de mi corazón al instante. Pensé en Jesús en la cruz. De Él no salió pagar mal por mal, sino perdonar y amar hasta el extremo… sobre todo a sus enemigos. El sacerdote que tenía delante era un eco del mismo amor y perdón de Cristo. Y a mí, cuánto me cuesta perdonar a los que me hacen daño… y cuánto me cuesta pedir perdón. En toda mi pequeñez y fragilidad le pido a mi Padre que me conceda esta gracia… porque de mí no sale. Pero de Él sale toda bondad, un océano infinito de amor y misericordia. 

Y en las lecturas de hoy no sólo vemos una llamada al perdón, sino también a la oración. Hermanas, nuestra Iglesia, tanto cercana como extendida por toda la tierra, necesita nuestra oración. Como vemos en la oración intercesora poderosa de Abrahán en la primera lectura rogando por la salvación de las almas justas así como en la parábola del amigo insistente, Dios es nuestro Padre y nos quiere dar cosas buenas. “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre.” (Mateo 7:7-8). 

Aunque no entendamos por qué existe el mal y el porqué del sufrimiento en nuestras vidas y en el mundo, confiemos en nuestro Dios. Confiemos que Él es nuestro Padre, que nos cuida y nos ama profundamente, y nos quiere dar cosas buenas que el mundo nunca nos puede dar. No se trata de eliminar o huir del sufrimiento, sino de entregarlo a los pies de Jesús, Quien lo puede transformar todo para nuestro bien.  

Hermanas, oremos juntas como Jesús nos enseñó: 

“Padre, santificado sea tu nombre,

venga tu Reino,

danos hoy nuestro pan de cada día

y perdona nuestras ofensas,

puesto que también nosotros perdonamos

a todo aquel que nos ofende,

y no nos dejes caer en tentación” (Mateo 6:9-13)

// Ashleigh Ladner es hermana, amiga, madrina, tía, traductora y profesora, y sobre todo, hija amada de Dios. Originalmente de New Orleans, Louisiana, actualmente está viviendo en Madrid, España. Le encanta viajar y conocer lugares nuevos, leer, un buen expreso, y los girasoles. Sus modelos a seguir en la vida son santa María Magdalena, san Ignacio de Loyola, san Juan, y santa Teresa de Jesús.

 

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